La rápida difusión de los avances tecnológicos, acelerados en los últimos años por la pandemia de la COVID-19, está creando nuevos mercados y redefiniendo los contenidos y tareas de los puestos de trabajo, provocando importantes cambios estructurales en las economías y el empleo. Los efectos de los avances tecnológicos en el mercado laboral podrían aproximarse bajo dos importantes tendencias: por un lado, una mejora de la calidad del capital a la que debe adaptarse la mano de obra, y por otro, una mayor flexibilidad en la organización del proceso productivo que conduce a una mayor diversidad en las formas de trabajo.
La cotidianeidad de la integración de los robots industriales y su creciente aplicación en los servicios, o la aparición y surgimiento del empleo de plataforma, visibilizan procesos de destrucción creativa pero también, de transformación del empleo, incidiendo en las condiciones de grupos de trabajadores y ocupaciones. Estas tendencias, por tanto, nos abren a repensar la relación capital-trabajo y el empleo del futuro, en particular.